miércoles, 19 de marzo de 2008

Ventana


A veces pasaron siglos en un día, otras,
el tiempo se detuvo,
se suspendieron, expectantes, las horas
y el ritmo de la vida dio una vuelta en el aire,
un salto mortal, sin red y sin aliento.
Por ella vi alejarse los destellos candentes
del último verano,
miré al invierno desnudar el árbol y al camino
traerte de regreso.
Detrás de su cristal vi inclinarse la noche
transida de estrellas y tan azul, tan azul...
Vi también soles atravesando mi tiempo de partir
y regresar cuando la vida trepaba a lo más alto
y yo volaba con aquellas alas prestadas a mi urgencia.
Por aquí pasaron amaneceres y cadencias
en las que acuné la marcha y el camino.
Por aquí se cerraron a la luz y se abrieron al silencio
las palabras al borde del abismo.

Sola

Sola,
con dos orillas de lágrimas
que vienen a cobrarle peaje a mi tránsito
por esta ciudad que ya no puede reconocerme.

Sola,
como un puerto que nunca pueblan los que llegan,
donde no sobreviven las alondras
y se incendian los puentes.

Me dieron esta página y una lengua imperfecta,
un silencio, una cadencia, un charco de cristal
por donde pasa el cielo que se interna en mis dedos
y me toca los siglos en los huesos.

lunes, 17 de marzo de 2008

A otro patio

Los alados jazmines del verano se fueron
a florecer a otro patio.
Ahora tengo otro nombre,
ahora vos no me llamás por ninguno.
Aquí reina un silencio sin perfume
que apagó todos los candiles a su paso.
El horizonte se ha puesto de pie
y amenaza con dejarse alcanzar.

La lluvia cae lejos y moja otras voces,
otro idioma, otros sueños.
En algún vértice comenzaron a derrumbarse
las estrellas que sembraron los dioses de la risa
y la esperanza.
Enmudecieron las manos y los ojos se cierran;
en la que fue mi casa cae un telón de ruinas.

No hay rosas en el aire

No hay rosas en el aire.
Es lunes en toda la superficie de esta soledad.
La memoria dibuja su pasado,
ruedo por la endeble esperanza,
me afirmo sobre mi castillo de naipes y canto
en silencio la canción que me dejó el viento en la ventana.

Sólo el amor

El desierto se ahueca y se ahonda,
las palabras se persignan,
le dan la espalda a la cruz donde
agoniza la inocencia del mundo.

Sólo el amor,
como un destello fugáz,
se aferra al último leño del naufragio.

Sólo el amor acuna los fragmentos
que la marea arrojará sobre una playa.