Un viento frágil de primavera
agita espuma en las copas de los árboles.
Emerge el despertar de la aurora encandilada,
la luz hiere los ojos que se resisten a mirar el día,
luego parpadea la vida que demanda y se aferra
a los sueños de la vigilia.
Día tras día te espero en el milagro, ´
día tras día buscando las palabras para alcanzar
la lejana región donde las súplicas
alcanzan la misericordia y la compasión
por nuestra humana pena.
Y siempre ese silencio, esa presencia intangible
que nos reclama fe para ser escuchados. Pero
la fe se resiente con tanto dolor. Se resqubraja
y por esas fisuras juega su mejor carta la derrota.