viernes, 17 de junio de 2011

Homenaje de Cultura Pilar - Día del Escritor


La Rosa Blindada: Homenaje de Cultura Pilar - Día del Escritor


Por qué escribo / Beatriz Mir
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Escribo porque cuando mis palabras se posan sobre la línea del renglón, se refugian en el silencio y esperan, cómplices, que el insondable aliento de Dios les impregne las alas. Porque estoy viva cuando escribo y tengo zapatillas nuevas para salir a jugar en la vereda, donde me esperan los duendes que dibujamos en otra vida, a la hora de la siesta.
Escribo para espantar los fantasmas, el miedo a la soledad al desamor o al abandono. Entonces busco cierta playa blanca con orillas pero sin mar ni cielo, entonces busco cierto mar y voy sin brújula ni barco, entonces busco cierto cielo y voy sin derrotero y sin luna a dar ese salto al vacío, tan incierto, tan riesgoso, tan sin saber a dónde iré a parar cuando emerja el otoño con su cara de niño viejo.
Escribo para volver a los brazos que me amaron, a la lenta tarde en que nos atrevimos a asomarnos a la eternidad, sin permiso y con alevosía. Vuelvo a sentir entre mis dedos los innumerables hilos de la lluvia, el asombro constelado y la flor amarilla.
Escribo para creer que aun todas las estrellas están por encenderse y que el tiempo es una trampa que puedo sortear asumiendo el riesgo de andar por los bordes, siempre por los vértices, entre el barranco y el cielo, entre la noche y el día, entre el amor y la muerte, entre la gloria y el olvido, sola y vulnerable, desnuda, casi en carne viva.
Escribo porque la escritura es un largo sueño en el que juraron quedarse para siempre, una niña, una mujer y una anciana, en un tiempo simultáneo que las pone frente a frente y en el cual, cada una habla consigo misma y con la otra.

Después ya no hubo / Be@

Después ya no hubo sitio donde dejar
el azar y las campanas.
Las páginas se pusieron a vociferar historias
que se volvieron gastadas y amarillas,
el relato avaricioso de la nada tejió
un vínculo permanente con la vieja bolsa del pasado.
En la línea cordial de la esperanza
se aposentaron piedras y musgos con olor a ausencia.
Sólo este cristal me resta ahora para mirar el viaje
pero sus ojos no tienen párpados ni lágrimas.

La ciudad del desterrado / Be@

Hubo en la ciudad un hombre
amurallado de niebla y de silencio.
Hubo en el muro de la ciudad
una sombra solariega
obstinada en sus pasos que
evitaban el día.

Hubo un rumor de vida
contándole al viento las historias
que brotaban de la voz de los otros.

Aquel desterrado en la sombra del muro
permaneció rondando las orillas
sin atreverse a entrar,
sin tener nombre, ni huella, ni utopía.
Se mantuvo aferrado a su vocación de ausencia
hasta que una mañana se evaporó en la bruma.

No sonaron en el pueblo las
ínfimas cadencias del adiós,
ni las notas brevísimas que pulsó
anticipando ya la lejanía.
No hubo despedida, ni abrazos,
no hubo, no, porque era nadie.

Una ventana / Be@

Una ventana donde la lluvia
acunó sus ríos azules,
por donde se desencadenaron las auroras
y los muros hicieron silencio.
Una ventana donde se abrieron las noches
y los días se cerraron perpetuándose
en ayer y olvido.
Una ventana cubierta de musgo
porque cuando emprendí el camino
olvidé cerrarle las historias que
puntualmente llegó a contarme el viento.
Una ventana donde los duendes del invierno
dibujaban escuálidas siluetas
con las manos asombradas hacia el cielo.
Una ventana por donde después rodó tu ausencia
y empezaron a desmoronarse el sol y las luciérnagas,
por donde ya no pasa nuestra risa que emigró
hacia otro paraíso en la palma de la lluvia.