domingo, 31 de enero de 2010

LOS SITIOS DE LA ESPERA / Isabel Llorca Bosco

Horas y horas
a la sombra dorada de un vitral.
Es que intentaba ser mejor.

Horas
en los pasillos de hospitales
esperando estar mejor.

Será que en estos ámbitos
no pasa nunca el tiempo.

Acaso sea posible mejorar
cuando la vida se detiene
y el silencio vuelve a cerrarse
como el agua después de una pedrada.
Pero no es lapidario ese silencio.

Sesgo de eternidad interrumpe
el ejército de días alineados
que apenas nacen, marchan.

Yo trataba de pensar mi crecimiento
para no desconocerme
en el último día.

Y ahora vuelvo al patio
jaspeado por la luz de otras horas
y descanso las manos y los ojos
en el muro, donde la enamorada
deja su mancha de poesía,
que el eco de la sombra va dictando
y que otra luz corrige.

El patio, el corazón de la manzana,
la ínsula que soy capaz de gobernar.
Los ruidos de la calle chocan lejos, como las olas.

Las piezas miran el centro,
donde un limonero seco crea
una nueva instancia temporal,
una nueva añoranza.

La enredadera
- que es planta y es pared
y no sabe de límites –
sube y se cae
como el agua,
como el tiempo,
como la cera
de una celebración perdida,

como la llama
de un amor incompleto.

Y antes de que yo parta,
El limonero empieza a despedir
un olor fresco y ácido
de soles siempre verdes.


Los poetas comparten poemas como se comparte el pan. Mi querida amiga y profunda poeta Isabel Llorca Bosco me ha honrado con este regalo para que este sitio brille con su luz.