miércoles, 25 de junio de 2008

Corazón baldío

Sola el alma y el corazón baldío
por una tierra de humo donde siempre
es de noche,
donde se apaga el fuego y nieva ausencia
y nieva silencio y nieva.

Sola con tanta muerte a cuestas
que la vida se me encoge aterida
detrás de los muros roídos por la pena.

Contando míseras monedas que no alcanzan
para echar a cara o cruz la suerte en una esquina,
camino sin tener a donde ir, camino sin poder volver.

Camino y nieva el humo silencioso y espeso
de la hoguera marchita que me mira pasar y no me ve.

Beatriz Mir

domingo, 22 de junio de 2008

Me pone distancia

El poema se silencia solo,
decide el final sin punto y parte,
enmudece.

Ya dijo lo que vino a decir y,
poco o mucho, eso es todo.

De aquí en más prescindirá de adornos
y palabras resonantes.

El poema se emancipa de mi tutela,
me pone distancia y respira su propio aire.

Me cierra la puerta sin decir gracias;
sabe perfectamente que soy su amanuense,
me obliga a acatar su potestad y su desdicha.

Beatriz Mir

sábado, 21 de junio de 2008

Variaciones sobre poesía - Eduardo González Lanuza (Fragmento)

Pienso en los que consideran a la poesía como agradable adorno de la vida, como objeto de "confort", y me sonrojo por ellos. En los que quieren utilizarla para satisfacer su vanidad o lucir su inteligencia, y me sonrojo por ellos. En los que la confunden con los plumajes del ave del paraíso o los cantos del ruiseñor y aspiran a convertirla en simple reclamo de lo erótico, y me sonrojo por ellos. En los que la consideran adecuada para encubrir discursos o consejos morales, y me sonrojo por ellos. Pienso en los premios literarios, en las ediciones de lujo, en las declamadoras. Y me sonrojo por ellos.
Y pienso en mí, me imagino averiguando cuál es el objeto infinito de la poesía, y persistiendo, increíblemente en su persecución. Y me sonrojo también por mí mismo, más que por ningún otro.

Poesía y realidad - Ensayo por Gianni Siccardi

Se puede escribir con el cuerpo. Se puede leer un poema con el cuerpo. Eso nos permite eludir la penosa obligación de ser inteligentes. Podemos entonces entregarnos a uno de esos gozosos estados en el que no es raro sentir un falso mareo, un ilusorio sudor en las manos, un leve temblor, quizás, o una suave e imaginaria aprensión en el pecho o en el estómago, una pérdida de la noción del paso del tiempo. Sí, detenemos el tiempo, dejan de suceder cosas. Somos un ser vivo, viviente. Podemos pensar directamente, sin que la mente arruine la fiesta.
Holderlin ha dicho que la poesía es un tomar posesión de la realidad. Pero ¿de qué realidad habla? ¿Hablará de esa montaña informe de nuestros fugaces, cambiantes estados de ánimo? ¿De esos que podemos llamar "basura psicológica"?, ¿ese aire irrespirable de nuestras emociones negativas, las únicas que conocemos en nuestro estado o nivel habitual de conciencia? ¿De eso de lo que dan cuenta tantos poemas que se empeñan en pasar por poesía? ¿De eso que debería quedar reservado para consultorio de psicoanalista? No me parece. Creo que se refiere a una verdad inmutable. En nuestros estados comunes de conciencia somos capaces de abrirnos paso en el maremagnum, en esa verdadera avalancha que es la realidad y tocar su esencia inmutable.
El arte no evoluciona, se ha dicho mil veces, y yo no tengo dudas de eso porque la esencia de la realidad no evoluciona. El diálogo con la realidad que un poeta, en uno de esos raros y gloriosos estados alterados de conciencia, mantuvo -por ejemplo- hoy en Buenos Aires, podría haberse producido hace cinco mil años en China o en África. Cátulo, el aristócrata, en su palacio de la Roma imperial de hace casi dos mil años, escribió algunos poemas que les hablan a más de un porteño del siglo XXI que los lee conmovido, ayudado por sus anteojos y por la luz de una lámpara eléctrica, junto a la computadora y el televisor apagados. Y este plebeyo puede instalarse en la realidad creada por el patricio romano si cuenta con la suerte de que no suene el teléfono en su modesta vivienda de este país del tercer mundo.
La poesía es tomar posesión de la realidad. La realidad del amante, la realidad del místico, la realidad del poeta. Cada uno de ellos se conoce, y se reconoce, en su experiencia. Cada uno de ellos es su realidad. Cada uno crea su realidad, pero también es creado por ella. El artista principalmente suele esforzarse para que su arte esté a la altura de su vida. El artista maduro se esfuerza para que su vida esté a la altura de su arte. Cuando un poeta dice "soy mis poemas" -como han dicho muchos, con esa o con otras palabras- no está reclamando que se crea que sus poemas son él, no está defendiendo la autenticidad de sus poemas, está diciendo algo que sólo puede entender otro artista. Está diciendo que es en sus poemas así como el amante es en la expresión amorosa y el místico en la experiencia mística. Y cada uno de ellos puede transmitir sólo a algunos su experiencia porque es una experiencia del ser. El que ha experimentado un verdadero amor siempre fracasará al querer transferir su realidad a alguien que no haya verdaderamente amado. Es fácil transmitir a todos lo que pensamos pero es imposible transmitir a todos lo que somos. El místico puede comprender lo incomprensible, el amante puede conocer lo que no puede ser conocido, el artista puede expresar lo inexpresable. Pueden lograr lo imposible por un acto de la más pura y formidable inocencia.
Infinitas veces se han comparado la poesía y el amor. Y es verdad. En ambos se da la paradoja de que la libertad total sólo se alcanza por la entrega total.
Sabemos que los amantes en un acto de la más pura inocencia detienen el tiempo, hacen cesar el pasado y el futuro, el día y la noche, el orgullo y la vergüenza, y nombrándose en silencio crean un mundo. El poeta también crea un mundo con sentido que se opone al patético sinsentido del mundo.
A todo poeta le son dados algunos poemas que sólo él podrá escribir. Esa es su enorme responsabilidad: nadie podrá escribir aquellos poemas que por desidia o distracción él haya dejado de escribir. Cuando el poeta escribe es un náufrago, en el momento en que el náufrago ha dejado de luchar. El tiempo se detiene. El encanto de la vida se esfuma. Las opiniones se evaporan. Los estados de ánimo dejan de fluir. La imaginación deja de proyectar su film. El ser que escribe pierde su astucia, olvida su habilidad. Y no sabe cómo reaccionar, sólo que no hay nada a qué reaccionar. El hechizo latente de las palabras de pronto se ha despertado en él y entonces advierte los límites estrechos de su pobre conciencia habitual amarrada a la pequeña y fácil maquinaria del pensamiento lógico, y transpone esos límites.
La poesía es un tomar posesión de la realidad. Cuando un poeta dice "soy mis poemas", otro poeta podría contestarle "no dijiste algo que no supiera, y es más, estoy seguro de que sos los poemas que has escrito y también los que no has escrito".
Drummond de Andrade ha dicho:

"Gasté una hora pensando un verso
que la pluma no quiere escribir.
Sin embargo él está aquí adentro
inquieto, vivo.
Él está aquí adentro
y no quiere salir.
Pero la poesía de este momento
inunda mi vida entera."

El amante o el místico podrían decir lo mismo: la experiencia de este momento inunda mi vida entera. Preguntémosle a Rumi y nos contestará con su flauta de caña. ¿Qué es el poema sino un testimonio del estado de conciencia que le dio origen, un rico o un pobre testimonio?
Escribimos poesía para entrar en nuestro ser. Para ser dignos de conocer sus secretos. No es sencillo despertar al hombre maravilloso que hay en cada uno de nosotros. Sin embargo, lo que podemos con toda propiedad llamar vida es lo que transcurre en los raros momentos en que está despierto ese hombre maravilloso que casi siempre está dormido dentro nuestro. El resto es imaginación, accidente.
La poesía es tomar posesión de la realidad. El poeta se entrega a un estado de conciencia que excluye el señorío. Él lo domina, él no conoce, pero en ese estado puede percibir una realidad que no conocía. Y no hay ninguna continuidad asegurada. Ningún poeta puede estar seguro de que las palabras que ha escrito hoy no sean las últimas que le sea dado escribir. No hay astucia, no hay destreza, no hay inteligencia en este mundo que nos abra la puerta de la poesía. El poeta que nos habita jamás será un hombre de buen sentido. Para él es oscuro lo que es claro para todos. Él busca lo que todos ya han encontrado y desechado. Con su energía emocional despierta, quizás logre penetrar en el mundo real, en uno de los infinitos mundos reales. Para Raúl Gustavo Aguirre era oscuro lo que era claro para tantos. Por eso escribió: "Quizás la poesía sea / -cuando ya todo / lo que era poesía / se malogró en el tráfico- / quizás pudiera ser / este andar silencioso / en medio de la noche, / este derrrumbamiento / del que sólo quedó / algo invencible y nulo. / Quizás, entonces, sea / este no a lo de siempre, / este lápiz mordido, esta intranquilidad, / este temblar por nada."
La poesía nos llama constantemente. Pero sólo a veces estamos en condiciones de escuchar su llamado. En este momento, en muchos lugares del mundo algunos poetas estarán escuchándolo. Y, sin duda, otros grupos -como nosotros- están leyendo o escuchando esas palabras vivas, ardientes, verdaderas. Entremos confiadamente en la casa de la poesía, que es lo mismo que decir en la casa del ser.
La poesía es a muerte. No hay antídoto contra la poesía. Ni siquiera el mundo, la distancia, el olvido.

(Extraído de la Revista OMERO poesía - Octubre 2006 Año 8 N° 14)


jueves, 19 de junio de 2008

Destierro

Un dios sin cara y sin nombre me desterró
de la geografía por donde mis pasos urdían la trama incierta
de un poema sin descifrar.
Como un paria sin norte ni destino voy
por una tierra que no me pertenece, voy
sin tener a quien volver.
Sólo preguntas retumban
en la noche amurallada de soledad.
Sólo mi voz se estrella en el fondo del abismo y
al cabo de tanto andar buscándole colores y sonidos
a esta historia de vivir, un dios sin cara y sin nombre me apagó
las luces y la música llevándote al inconcebible país del no ser.
A mí me dejó aquí, ahuyentando sombras,
interpelando al silencio desde el inconmensurable espacio de la pena
y sabiendo que al perderte se derrumbaron para siempre
mis estrellas.