lunes, 8 de diciembre de 2008

COMO EL AGUA DEL CÁNTARO

Como el agua del cántaro que anochece el viejo patio,
el tiempo se desliza arrastrando pasiones y desdichas.
Si las manos no los ejecutan,
los enseres cotidianos se quedan sin destino
y, sólo entonces, los amenaza un vago pesar
o la certeza de estar muertos.
Mientras el aire leve apacienta las sombras,
sobre la corteza de la tarde danzan,
diminutas, las primeras luciérnagas.
El círculo infinito, mientras tanto, gira y gira
sobre la piel de la eternidad.
En espirales, huyen y vuelven a su centro
los devaneos de un dios loco
que se pinta la cara y se revuelca sobre las cenizas
donde yace enterrada nuestra historia huérfana.
Con las manos abiertas hacia el cielo,
adorando la fe forjada en yeso y mal pintada,
la humanidad espera ser rescatada de sí misma.
Y, como el agua del cántaro que anochece el viejo patio,
el tiempo se desliza arrastrando, perdida para siempre,
la inocencia.

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