El poema se silencia solo,
decide el final sin punto y parte,
enmudece.
Ya dijo lo que vino a decir y,
poco o mucho, eso es todo.
De aquí en más prescindirá de adornos
y palabras resonantes.
El poema se emancipa de mi tutela,
me pone distancia y respira su propio aire.
Me cierra la puerta sin decir gracias;
sabe perfectamente que soy su amanuense,
me obliga a acatar su potestad y su desdicha.
Beatriz Mir
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